Actualmente estoy haciendo un curso sobre las aulas hospitalarias. Es un tema que siempre me ha interesado y en cuanto he tenido oportunidad, la he aprovechado para aprender sobre ello. Entre los aspectos que se tratan en el mismo, se encuentra “El duelo”. Sí, han leído bien, estamos abordando cómo preparar a un niño para afrontar la muerte de un ser querido e incluso su propia muerte.
Casualmente,
en el cole estamos trabajando la animación lectora a través de la temática
“Félix Rodríguez de la Fuente” y, como todos/as sabemos su muerte causó un gran
impacto en nuestra sociedad. Al hilo de todo esto me gustaría compartir la
preocupación que mostraba hoy un niño porque al conocer la historia de Félix,
me decía entre lágrimas que “no quería hacerse abuelo porque iba a morir”.
Ante
esta situación, le hubiera contado alguna historia carente de certeza como que
él nunca iba a morir; que si lo hacía viviría en el cielo junto a sus seres
queridos o cualquier otra historia en la que se negara la realidad porque es lo
que, generalmente, se supone que debemos hacer, por aquello de evitar
enfrentarnos al proceso natural que supone la muerte. En cambio, he
reflexionado un momento le he contado una verdad que, a mi entender, era la más
ajustada a la realidad y a la capacidad de entendimiento del niño.
Mi
sorpresa ha sido que ha podido entender que todo ser vivo sigue el mismo
proceso: nace, se alimenta, se reproduce y muere (para eso lo estamos “dando”
en CC.NN.) y que los humanos no somos una excepción. Claro que lo he tenido que
adornar, los/as niños/as no son insensibles y yo tampoco, pero aunque todavía
se ha quedado pensativo, ha conseguido calmar su llanto y la ansiedad que le
producía saber que la muerte era una certeza absoluta.